viernes, 28 de diciembre de 2012

Martina. A flor de piel.


La vida nos da pocas treguas. El 20 de Noviembre Guzmán tomó su última pastilla y soñábamos con pasar unas navidades tranquilas, en familia, relajadas. Hacíamos nuestros planes para algo tan sencillo o complicado como estar los 4 juntitos, yendo al teatro, viendo las luces por la calle, tragándonos alguna peli navideña… disfrutando de las comidas, las cenas, los amigos, los reyes… 

El pasado 15 de diciembre, en una jornada de puertas abiertas en el colegio de los peques y donde Eva es maestra, un lamentable accidente debido a una enorme negligencia, evitable, se llevó de por medio nuestros planes y el 15% de la piel de mi hija con quemaduras de 2º grado. Su cuerpecito se llevó el impacto del todo el agua y la cera caliente de una enorme cacerola que deshacía cera al baño maría.

Sí, no tenía que haber ocurrido a ningún niño, y ocurrió. Podía haber sido cualquier niño, y fue Martina, nuestra valiente hija, que durante 2 años nos acompañó en la lucha contra la leucemia de su hermano.

En la vida podré olvidar la escena que contemplaron mis ojos cuando entré un minuto y medio después del accidente. Es muy doloroso que la peor situación que contemplas en tu vida, la más desgarradora y escandalosa a los ojos, sea con tu propia hija.

Pecho izquierdo, todo el estómago, antebrazo izquierdo, ambos muslos, anverso y reverso, mano derecha, barbilla.

Me duele profundamente decir o tener que pensar, que tenemos que estar contentos de que mi hija tuviese esos 20 cm. más de altura que la salvaron de que su cara o su visión quedaran marcadas para toda la vida. Jode mucho y duele mucho tener que estar contento por algo así.

Llevamos desde ese día en el hospital. Su sonrisa tardó en aparecer después de un primer día entre “¿voy a curarme? ¿me va a doler más?”… pero a las 24h. apareció. Una mezcla de su valor y de esa niña siempre buena que ha sido.

Desde entonces hemos convivido de nuevo entre el hospital con ella y Guzmán en casa. De nuevo la vida rota en dos familias en una.

Lágrimas, vendas, incertidumbre ante el posible injerto o no, visitas de amigos sin palabras e incomprensión ante lo sucedido, ira, rabia, dolor, miradas de extrema profundidad para una niña de 7 años, cuarto de tortu… de curas, gritos desgarradores, foto de su cuerpo, vista de su cuerpo en directo, desazón, desolación, vendas que despacito van desapareciendo, primeros pasos en la habitación, lágrimas y más lágrimas, pena, sonrisas increíbles de Martina, tocar fondo, despeinado, desencajado, reiki, imanes, Noche no precisamente ”buena”, familia arropando, más amigos, mails, wazzups, llamadas, apoyo, esperanza, menos vendas, más piel en carne viva, no aceptación, aprendizaje de palabras que desearía no conocer (“escaras”), cremas, temblores, picores, lágrimas, noches de insomnio, desolación, mucho más fondo, aceptación de la cirugía, fecha para la cirugía, preocupación por futuro apoyo psicológico para Martina, preocupación por las marcas imborrables que dejará en lo operable y lo no operable, búsqueda de la positividad…

Mi vida, mi amor, mi pequeña…

Hoy la operan por la mañana, durará una hora, le harán un injerto de piel en su antebrazo izquierdo. Y allí estaremos, esperando a ver su carita con sonrisa al salir.

Me jode, me jode enormemente que la vida haya puesto esto delante de nosotros cuando no habíamos empezado a disfrutar de la tranquilidad, de la normalidad.
Me jode que se haya cebado con mi princesa, mi chiquitita, mi niña.
Me jode estar tan abatido y tener que positivar y levantar la cabeza. Ya lo hice, y la vida me acaba de golpear con algo tan salvaje como esto.
Es cierto que la vida de Martina no está en riesgo, que por 20 cm. su rostro se ha salvado, que es algo que se cura aunque lleve un tiempo… Pero no consuela.
Y me jode tener que pensar en ello.
Es cierto que desgraciadamente tengo a gente cerca que cambiaría su situación por la mía y eso me hace sentir culpable. Y no me gusta sentirme así.
Y es cierto que hablando de culpabilidades, también me las echo por no haber estado ahí, junto a ella… donde debía de estar… con mi niña… no hubiera pasado… jamás.
Me jode ver una mirada de profundo abatimiento en los ojos de mi niña, de sólo 7 años, que no le corresponde.
Me jode que un enfermero nos amenace con “perder la habitación con cama” porque su hermano después de 2 años de quimio la visite porque allí no puede haber niños.
Me jode tener que llevar a Guzmán hoy a la revisión del endocrino y tener que dejar a Martina en otro hospital.
Me jode que después de pensar hace 2 años que no viviría unas navidades peores, ahora la vida nos regale estas.
Me jode pensar en para qués, en causalidades, y en que esto también se transformará en algo positivo. ¡Claro que lo hará! Pero me jode tanto, tanto, tanto. que no quiero asumir ahora mismo esa actitud.

Ojalá las lágrimas curasen las heridas, ojalá la calma apareciese siempre después de la tempestad, ojalá la vida fuera justa con quienes tratan de afrontarla en positivo…

Ojalá.

Me levantaré. Andaré. Andaremos. Y las marcas que nos deje la vida solo servirán para recordar lo que hemos superado. Seguro. Esto también pasará.

Pero hoy, dormiré una vez más recostado junto a la pared de piedra de aquí abajo, en el fondo del pozo. De donde no me apetece moverme mucho.

Gracias a todos los que estos días, enterandoos del tema, tratáis de hacernos sentir mejor. Gracias; acabará teniendo efecto.

Y os pido para ella cosas que son justas porque también las pedí para su hermanito. Visualizadla sin heridas físicas ni mentales, rezad por ella, enviadle reiki, envolvedla en un manto azul, imaginaros su brillante sonrisa con la que abrirá las puertas que se proponga en la vida.

Gracias por meterla en vuestros corazones.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Adiós Uci, Adiós

El martes fuimos a la UCI a nuestro aspirado de Médula. La verdad es que un poco tarde, a eso de las 7. Se nos había olvidado lo que agota ese lugar. Es como si absorbiera la energía que llevas dentro y te empaparas de pesadumbre de algo que no ves en el entorno. La sensación es rara,  cuando llevas allí 30 minutos parece que en tu cuerpo han pasado 3 horas recibiendo golpes.
Es extraño, siempre nos ha pasado, se nos había olvidado y volvimos a darnos cuenta de lo que habíamos ganado al no tener que ir cada semana o cada més. Cuando paramos a pensar nos dimos cuenta de que llevábamos 6 meses sin visitarla.

Así que, a lo Michael Jackson, a Guzmán le pusieron propofol de anestesia general, punción para arriba y para abajo y costó despertar. Este pretendía ya empalmar la noche.

3 horas después de entrar salíamos por la puerta. Y a pesar del agotamiento de que parecía que habíamos estado 3 noches sin dormir en lugar de 3 horas ahí... ¡que sensación salir por la puerta!

Parece que fue ayer cuando íbamos todas las semanas.

Y el martes, después de tan poco tiempo y de tanto a la vez dijimos por fin adiós uci, adiós.



Lo grande llegó ayer cuando recibí este gran mensaje por teléfono. Que palabras tan escuetas, cuanto significado en ellas. Cuantas emociones dentro. Cuanto vivido. Cuanto crecido. Cuanto perdido. Y cuanto ganado.



Gracias a todos los que habéis estado ahí, esto sin vosotros, estoy convencido que no se habría conseguido. Gracias por los viernes de Encarna, gracias por vuestros rezos, vuestras lágrimas, vuestra ilusión, vuestros comentarios, vuestras visualizaciones de rizos rubios corriendo y vuestra energía positiva.

Hoy me acuerdo mucho de los que no lo han conseguido. Han estado y siguen estando muy presentes en nuestra vida. Muy especialmente de Huguito. Tu sonrisa nos acompañará toda la vida.

Estoy completamente seguro que viviremos el día que la investigación consiga que ningún niño se quede por este tortuoso camino.